
Sí, sí -lo sé-, estoy muy pesimista últimamente. Pero, bueno, es el resultado de una semana jodida y de no muy buenas noticias; del temblor de esta mañana y de la plática con mi viejo este mediodía.
Hoy salí a la calle a pescar imágenes y me encontré con esta paloma que coincidentemente tiene mucho que ver con lo que hablaba con mi viejo. Además, anoche renté una película argentina un poco deprimente y terminé apagando el fuego con gasolina.
Me están pesando mucho la miseria y los extremos. Aunque la gente vive a pesar de todo, veo a muchos que lo que hacen es frenar la miseria que se cierra sobre ellos como una pinza. "Hay que ajustarse los cinturones, habitantes y habitantas de este planeta", dicen en la tele los políticos. Siempre hay alguien a quien echarle la culpa y sobra gente para pagar los daños.
Mi viejo está sin trabajo desde hace casi quince años. Y no es que sea un ocioso, es que el gobierno se ocupó de desocuparlo en su etapa más productiva; justo cuando iba a tomar impulso para el último tramo de su carrera. Él, y mucha gente en Argentina, se cayeron del cable donde estaban paraditos mirando el futuro. Los dejaron caer, y nadie les dijo que debían aletear para no estrellarse; nadie les dijo que abajo la calle estaba dura, muy dura.
"Tome, querido, aquí le va un vale por una vida miserable a cambio de sus años de servicio. Y agarre, viejo, porque es lo único que hay por ahora (y para siempre). No, no me venga con eso de que ha sido un buen empleado hasta ahora; eso fue el pasado; hoy es presente y el futuro no existe para usted, amigo; ¡el futuro es para nosotros, los que nos estamos cagando en su pasado y nos limpiamos el culo con su presente!".
Como decía el personaje de la película de anoche: "Involucionamos 215 años. Estamos igual que antes de la
Revolución Francesa. Sin embargo en cada discurso se vomita sin reparo las palabras que fueron bandera de aquella revolución (Libertad, Igualdad, Fraternidad).
"In God We Trust", ¡el cielo es verde, queridos!, ¡la efigie de Washington es más venerada que las de Budah, Jesus y Yeovah juntos!, ¡compren pulseritas!, ¡habemus papam y Paris Hilton! ¡Pasen todos a ver el reality show de los plebeyos enseñando a engañar, a pasar por encima de los más chicos, a oler el culo del que está unos peldaños más arriba en la escalera!
Volvamos todos a ver "Mar Adentro", volvamos a ver la escena del cura en el piso de abajo y de Ramón Sampedro en la cama en el segundo piso:
"La libertad sin vida no es libertad", dice el cura;
"... y la vida sin libertad no es vida", responde el genio postrado. ¿Cuántos no podrían decir lo mismo que Sampedro? El tipo de cincuenta años que no consigue trabajo para vivir y retirarse dignamente; los cientos de chicos que estudian diseño gráfico en Tijuana, donde las universidades "venden" la carrera como hostia de la salvacion y del progreso, cuando el mercado no da ni para dos o tres puestos de trabajo; los migrantes empujados fuera de los límites de su país por los propios "representantes" a quienes ellos eligieron "democráticamente"; los agricultores menguados; los indígenas; los que tienen que hacer colas de horas enteras en los hospitales y en todas y cada una de las oficinas de gobierno.
¡Vaya, vaya!, ¡sí que está jodidito el mundo!, y no es cuestión de volverse un jesuita para componerlo, ni de llenarse el antebrazo de pulseritas; es cuestión de pensar en esas tres palabras que escribieron unos chicos de no más de 25 años hace más de 200:
"Libertad, Igualdad, Fraternidad".
Libres para tener un futuro;
iguales para tener las mismas oportunidades, y
fraternos para ayudar a que todos seamos dignos de los dos adjetivos anteriores.
¡Que vuelen las palomitas, señores!