Claudio

Todo esto viene al caso por mi plática de hoy con una de mis hermanas. Ella me cuenta que mi sobrino Pablo demuestra tanto amor por los animales como yo, y que, hace unos días se encontró una mantis en la alberca que arman cada verano en el patio de la casa. Enternecido, Pablo, sacó del agua a la mantis agonizante y la metió en una caja de fósforos para darle cristiana sepultura, pero notó que todavía podía dar más en este mundo y, como si de una resurrección o de un renacimiento se tratara, la bautizó como Claudio. Se llevó al recién bautizado a su habitación, lo metió en su cama sobre la almohada y lo tapó hasta el cuello con una sábana. Así lo tuvo durante días, vigilando su estado y sorprendido porque cuando lo miraba desde lejos, la mantis dormía y, al acercarse y tocarle sus patitas, parecía despertar y desperezarse como si de un verdadero convaleciente de una guerra se tratara.
Mi hermana por fin convenció a Pablo de que ya era momento de que Claudio regresara a su lugar en el patio, entre las ramas de la planta de ají locoto; y allí lo llevaron, no sin antes despedirse con un saludo militar, significando las medallas ganadas en la lucha naval en la alberca de 2 x 3,50 de ese patio que hoy sigue siendo su territorio.