El Gran Abuelo

Así como el personaje de Big Fish, mi abuelo me contaba de un gigante amigo suyo, el famoso "Cui-Cui", que vivía en casas grandísimas, que dejaba piedras enormes a la orilla del camino cuando salía a hondear (a cazar con su resortera)... O la "Chicha", que era como una versión femenina de "Cui-Cui", que al orinar hacía crecer los ríos que cortaban el camino a Cafayate en las vacaciones.
Habían motocicletas voladoras; tertulias con el Gobernador; familiares saltimbanquis; cenas a oscuras alumbradas por luciérnagas; avispas partidas a la mitad por un balazo; novias robadas; viajes en tranvía; paseos en carreta; perros que hacían los mandados y se peleaban con otros defendiendo la mercadería que llevaban; minusválidos que daban cuerda a las victrolas en los bailes; tiros, muchos tiros; 51 palomas con 50 balas; mujeres -mi abuela- que conquistaban tumbando paredes a golpe de hacha; aviones estrellándose al final de la calle; circos en los que la entrada costaba un gato o un conejo; jugadores de fútbol que costaban mil ladrillos; perros que caían sobre los platos de comida de los vecinos o que rodaban por la calle prendidos a la rueda de las carretas; y viajes, muchos viajes, cientos de apodos ingeniosos, cientos de personajes, muy pocos dolores y mucho, mucho vino...
Hay una frase al final de Big Fish que me pareció más que reveladora acerca del parecido de mi abuelo con el personaje, y es cuando su hijo dice que a pesar de haberse ido, sigue estando ahí, porque con sus historias se ha vuelto inmortal. Si yo dijera lo contrario, mi abuelo podría responderme como solía responder: "es una campaña tendenciosa e intencionada de desprestigio condenada irremisiblemente al fracaso por falta de fundamentos lógicos y valederos".