26 marzo 2006

El Gran Abuelo

Hoy volví a ver Big Fish (El Gran Pez) de Tim Burton y me reecnontré con René, mi abuelo, el personaje enorme de mi vida; el gran contador de historias, el de la memoria infalible, prolífica, exacta, frondosa, didáctica y, sobre todo, divertida. ¿Cuántas historias no ma habrá contado en los treinta años que tuvimos de conocernos?

Así como el personaje de Big Fish, mi abuelo me contaba de un gigante amigo suyo, el famoso "Cui-Cui", que vivía en casas grandísimas, que dejaba piedras enormes a la orilla del camino cuando salía a hondear (a cazar con su resortera)... O la "Chicha", que era como una versión femenina de "Cui-Cui", que al orinar hacía crecer los ríos que cortaban el camino a Cafayate en las vacaciones.

Habían motocicletas voladoras; tertulias con el Gobernador; familiares saltimbanquis; cenas a oscuras alumbradas por luciérnagas; avispas partidas a la mitad por un balazo; novias robadas; viajes en tranvía; paseos en carreta; perros que hacían los mandados y se peleaban con otros defendiendo la mercadería que llevaban; minusválidos que daban cuerda a las victrolas en los bailes; tiros, muchos tiros; 51 palomas con 50 balas; mujeres -mi abuela- que conquistaban tumbando paredes a golpe de hacha; aviones estrellándose al final de la calle; circos en los que la entrada costaba un gato o un conejo; jugadores de fútbol que costaban mil ladrillos; perros que caían sobre los platos de comida de los vecinos o que rodaban por la calle prendidos a la rueda de las carretas; y viajes, muchos viajes, cientos de apodos ingeniosos, cientos de personajes, muy pocos dolores y mucho, mucho vino...

Hay una frase al final de Big Fish que me pareció más que reveladora acerca del parecido de mi abuelo con el personaje, y es cuando su hijo dice que a pesar de haberse ido, sigue estando ahí, porque con sus historias se ha vuelto inmortal. Si yo dijera lo contrario, mi abuelo podría responderme como solía responder: "es una campaña tendenciosa e intencionada de desprestigio condenada irremisiblemente al fracaso por falta de fundamentos lógicos y valederos".

Aprender a Obedecer

Hace 30 años yo tenía 6 y empezaba la escuela, y en la Argentina empezaba el Proceso de Reorganización Nacional, la dictadura militar.

"Formarse, tomar distancia, quietitos y en silencio", eran las "órdenes" diarias en la escuela. Al timbre del recreo todos debíamos quedarnos estáticos, estuviéramos donde estuviéramos, orinando en el baño, corriendo en el patio, mordiendo un sandwich, pateando un penal con una pelota de papel -lo que fuera; la consigna era quedarse estáticos- y la directora paseaba por el patio examinando que las estatuas de delantal blanco no se movieran... Sonaba nuevamente la campana y otra vez: "formarse, tomar distancia, quietitos y en silencio".

En las vacaciones, de viaje hacia Córdoba, un retén militar hacía bajar a mi abuelo del auto y le ponían una metralleta en la cabeza. El recuerdo, por horrible, quiere abandonarme, pero la angustia lo retiene marcando una época.

En la calle, a las 7 de la tarde, los gritos de mi abuela: "Marcelo, vení adentro que van a venir los extremistas y te van a llevar".

Mis amiguitos comentando entre dientes y como un enorme secreto que no debía salir de nosotros: "Mi papá es peronista", algo así como: "Mi papá es de Al Quaeda".

La inminente guerra con Chile; los aviones volando a ras de los techos, los apagones, las mantas en las ventanas, la cultura del odio a los chilenos... La Fiesta de Todos del Mundial 78.

Recuerdo una mañana helada en el Salesiano con el cura director exaltando el primer logro del ejército: "¡Chicos!, ¡hemos recuperado las Malvinas!". La revista Billiken con historietas sobre la Guerra, con héroes de nombres comunes: el Teniente Jorge González, el Capitán Roberto Guzmán, pilotos de los Pucará...

Tuvo que pasar toda una época para que muchos de nosotros empezáramos a entender lo que pasaba en el trasfondo; entender que chicos como yo se quedaron huérfanos, que tipos que tenían la edad que tengo hoy se quedaron sin vida por pensar como pienso hoy; por intentar decir lo que yo digo hoy libremente.

Hoy, leyendo en Clarin los artículos recordatorios de aquella época terrible, me quedo con algunos datos, anécdotas y reflexiones:

La presencia de Alberto Ottalagano como rector de la Universidad de Buenos Aires en l975, es un hito simbólico. Ottalagano apareció en la tapa de la Revista Siete Días, con su brazo derecho en alto y afirmando "Soy Fascista", al tiempo que preguntaba ¿"Y qué?".

El Ministerio de Cultura y Educación distribuyó en todas las escuelas una circular titulada "Subversión en el ámbito educativo. Conozcamos a nuestro enemigo". Allí se afirmaba entre otras cosas: "El accionar subversivo se desarrolla a través de maestros ideológicamente captados que inciden sobre las mentes de los pequeños alumnos, fomentando el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la acción que se desarrollará a en niveles superiores..."

Era todo grotesco, sino fuera por el tamaño de la tragedia. El humorista Mario Sapag hacía una parodia de Jorge Luis Borges. Un día lo censuraron. Los medios cayeron en masa hasta el departamento de Borges creyendo que había presionado para que se tomara esa decisión. Borges no sabía quién era Sapag. "Con el esfuerzo que se habrá tomado para copiar mi manera torpe de hablar", se lamentó, acariciando un gato blanco.

La mínima historia escondía una trama mayor: las fuerzas armadas se habían repartido los canales del Estado. El 7 y el 9 fueron para el Ejército, el 13 lo administraba la Armada y el 11, la Fuerza Aérea. Borges se extrañaba con que un solo sector social pudiera arrogarse tanta versatilidad. "Tan absurdo —decía, con lógica borgeana— como si los odontólogos o bomberos estuvieran capacitados para ocupar la totalidad de los cargos públicos".

15 marzo 2006

Vivir para morir

Quién sabe. Era duro pensar en el momento en que el martillo golpeara los clavos sobre la madera verde y crujiera el ataúd bajo la esperanza segura de volver a ser árbol. Su cuerpo, atraído ahora con mayor fuerza por el imperativo de la tierra, quedaría ladeado en un fondo húmedo, arcilloso y blando, y allá arriba, sobre cuatro metros cúbicos, se irían apagando los últimos golpes de los sepultureros. No. Alí tampoco sentiría miedo. Eso sería la prolongación de su muerte, la prolongación más natural de su nuevo estado.

No quedaría ya ni un grado de calor en su cuerpo, su médula se habría enfriado para siempre, y unas estrellitas de hielo penetrarían hasta el tuétano de sus huesos. ¡Qué bien se acostumbraría a su nueva vida de muerto! Un día -sin embargo- sentirá que se derrumba su armadura sólida; y cuando trate de citar, de repasar cada uno de sus miembros, no los encontrará. Sentirá que no tiene forma exacta definida, y sabrá resignadamente que ha perdido su perfecta anatomía de veinticinco años y que se ha convertido en un puñado de polvo sin formas, sin definición geométrica.

En el polvillo bíblico de la muerte. Acaso sienta entonces una ligera nostalgia.; nostalgia de no ser un cadáver formal, anatómico, sino un cadáver imaginario, abstracto, armado únicamente en el recuerdo borroso de sus parientes. Sabrá entonces que va a subir por los vasos capilares de un manzano y a despertarse mordido por el hambre de un niño en una mañana otoñal. Sabrá entonces -y eso sí le entristecía- que ha perdido su unidad; que ya no es -siquiera- un muerto ordinario, un cadáver común.

Fragmento de "Ojos de Perro Azul", Gabriel García Márquez.

11 marzo 2006

Poesía Imaginaria


El poeta imaginario va dejando de ser desconocido para mí; aparece en los días como hoy, de lluvia de versos, de granizo que son palabras retumbando en el techo, pintando de blanco todo afuera de la ventana, como un cuaderno sin escribir.

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario.

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios.

Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

El Hombre Imaginario, de Nicanor Parra.
Pronóstico del tiempo en Tijuana: Lluvias torrenciales en la madrugada, fuertes granizadas aisladas durante el día; tormentas eléctricas al anochecer.

06 marzo 2006

Soliloquio del Individuo

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.

Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.

Nicanor Parra, De Poemas y antipoemas (Santiago, Nascimento, 1954)

05 marzo 2006

El Día de la Mujer Mundial

La viuda de Sócrates
por mi querido y admirado (but not in a girly way) Alfonso "Osito" Utesá

"Las mujeres son para ser amadas. No para ser entendidas."
Mi papá

¿Qué pedo con esa cita tan sexista de mi jefe, no? La neta, yo crecí con esa idea arraigada en la cabeza, al estilo del librillo ese que pregona que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Crecí en una familia donde las diferencias entre los hombres y las mujeres no sólo eran obvias, sino que eran exaltadas, explicadas e intelectualizadas.

Sócrates y Jantipa

Pongamos por ejemplo, una historia que mi papá nos contaba de chiquitos, cuando Sócrates estaba en la cárcel sentenciado a muerte por sus ideas filosóficas, su esposa Jantipa llegó llorando a pedirle que se retractara ante el jurado y salvara su vida. Sócrates le pidió que se fuera y que no lo molestara en sus últimos minutos. Se quedó con sus compas hablando de filosofía hasta que lo obligaron a tomarse la cicuta. Glu-glú se murió.

La moraleja de la historia era que los hombres pensaban en la trascendencia y las mujeres eran burdamente cotidianas y domésticas. Así crecí, pensando que las mujeres (ustedes perdonen) eran casi una subespecie en la mayoría de los órdenes.

¿Pero qué más se puede entender en una cultura que repite que el sumo creador es varón; que la madre de dios es virgen; que los niños deben jugar con carritos y las mujeres con muñecas?

Un buen día me encontré en el librero de un amigo un libro de Jean Baudrillard, un filósofo francés sumo pontífice de la corriente posmoderna.

Masculino/Femenino

Para empezar, digamos que una cosa son los hombres y las mujeres (y es una distinción de género). Y otra cosa es lo masculino y lo femenino (y esos son roles). El pedo es que igualar hombre con masculino y mujer con femenino es básicamente, una pendejada histórica. Veamos:

La Seducción de lo femenino

Beaudrillard, que para efectos de espacio cariñosamente llamaremos Bodri, dice que existen dos modos de amor. El modo seductivo femenino, que es artificioso y simbólico, incluye coqueteo, significados dobles, promesas susurradas, pero aplaza el cumplimiento del acto sexual. Involucra la manipulación de los signos, como el uso de maquillaje y la moda y busca el control del orden simbólico. El reino de lo femenino es la apariencia. Su mensaje está deliberadamente abierto a distintas interpretaciones. Es una manera de subvertir el dominante y estricto orden masculino.

La Estructura de lo masculino

El modo de amor masculino está centrado en el falo. A diferencia de lo femenino, es directo y no-artificioso. Busca dominar un orden real (no aparente) y completar el acto sexual. El reino de lo masculino es la dominación. Su mensaje es frontal y claro. Es una forma de establecer una estructura de orden y lograr el control.

Liberación o Asimilación

Bodri afirma que la liberación femenina es una estrategia masculina. Asimilar a las mujeres a la estructura masculina elimina la ambigüedad de la seducción y le resta poder a lo femenino. Lo masculino impone las reglas y la mujer se ¿libera? asumiéndolas.Ahora las mujeres pueden usar pantalones pero también tienen que ir a trabajar. Y cuidar a la prole. Y ser exitosas. Y ser atractivas. Y seducir.

Liberación Masculina

Según Platón, cuando Sócrates murió no sintió miedo. No sintió emociones. No sintió la muerte. Sentir es demasiado vago. Sócrates puede hablar de las sensaciones pero no se deja llevar por ellas. Jantipa le pide que mienta para salvar su vida. Le está pidiendo que seduzca a los jueces, lo está invitando a entrar al orden de lo femenino. Jantipa llora por la muerte de su esposo. Por su propia viudez. Quiere acercarse, abrazarlo. Sócrates no quiere ni oirla y la corre de su celda. Sócrates se mantiene firme en sus ideas, muere masculinamente y pasa a formar parte de las grandes celebridades de la historia. Pero el gran filósofo no llora. No siente. No sabe consolar a su mujer antes de morir. Qué tristeza.