La Fiesta

El olor a hierro de la sangre. El lodo sanguinolento de ese espacio enorme donde esquivo la muerte. Los gritos.
Las miradas que se me clavan en las vértebras. Las caras que me ven moverme, que van adivinando las gotas de mi sudor. Los gritos.
Años de prepararme, para resolverlo todo en unos minutos.
¿Qué será lo que me atrae aquí? ¿El cielo redondo, la arena redonda, el mar de pañuelos en el medio? El mar viene en oleadas. ¡Ole! y otra oleada de adrenalina. ¡Ole! y ahí va otra más que se me escapa…
Nunca fue tan “frente a frente” como ahora. ¡Eh! ¡Aquí estoy!, ¡ven!, ¡arremete! ¿Qué es lo que te mueve a ti?, ¿miedo?, ¿pasión?, ¿los gritos?
El miedo es un motor que me empuja, que me aprieta los huesos y que se oye salir con esta respiración que al regresar me trae una marea de olores como un laberinto en el que nos buscamos. Y ahí estás, como dispuesto al encuentro final. Y te vas... y me voy... y regresamos.
Es un juego que de tanto jugar se hace arte. Buscarnos, perdernos. Nos concentramos en el laberinto y en cada salida nos encontramos. ¡Aquí estoy otra vez!, ¡arremete!
Mírame a los ojos. Adivíname. Ya sabes de qué se trata el juego. Encuéntrame. Vamos a darle fin. Tú o yo. Por un momento no oigas los gritos. Concéntrate. ¡Arremete!
Ya. Hoy me tocó perder a mí. Abre los brazos. Celebra este arte de los dos. Vive la fiesta.